ENTRE LA PERMANENCIA Y EL OLVIDO - Una posibilidad, un punto de inflexión.

 

Hacia una revaloración de la arquitectura patrimonial arequipeña desde una perspectiva sensible-sensitiva como oportunidad para su cuidado y preservación

 

Hay espacios que evocan la memoria y estimulan la imaginación.

Hay espacios que despiertan emociones, sensaciones y sentimientos.

Hay espacios que estimulan experiencias significativas-extraordinarias.

Hay espacios que refuerzan nuestro sentido de identidad y pertenencia.

Hay espacios que conmueven y remueven los estratos más profundos de nuestro ser.

Hay espacios que nos hacen sentir vivos.

Hay espacios que trascienden el tiempo, la forma y la materia, espacios que prevalecen y permanecen no solo en nuestro entorno físico, sino también en nuestra memoria e imaginación, espacios que articulan y condensan nuestro sentido histórico: nuestro pasado, presente y futuro. Dichos espacios a los que hago mención pueden verse representados en una arquitectura auténtica, en la arquitectura patrimonial arequipeña: una arquitectura basada en la verdad (una arquitectura basada en la verdad es considerada por el arquitecto Héctor Velarde como aquella arquitectura que expresa una complejidad y coherencia entre las partes y el todo; entre lo espacial, lo formal y lo constructivo), que es capaz de detonar y consolidar imágenes y narrativas profundas e íntimas; esquemas mentales-corpóreos que estructuran nuestra imagen del mundo y que condicionan nuestra relación, entendimiento y desenvolvimiento en el mundo. Reconocer y entender ello ha despertado y fortalecido mi interés, y también mi preocupación por el patrimonio arquitectónico como nuestro legado que me permite, a su vez, cuestionarme por su situación actual, su preservación y su cuidado, ya que, enfrentada al devenir histórico, una obra arquitectónica desde su origen es susceptible a la permanencia o al olvido, a su continuidad o discontinuidad.

Expuesto lo anterior, como parte de una síntesis y una extensión de investigaciones previas sobre la fenomenología de la experiencia poética en la arquitectura patrimonial arequipeña, me gustaría empezar el desarrollo del presente escrito con dos ideas que me han llevado, me llevan y, seguramente, me seguirán llevando a nuevas inquietudes, cuestionamientos y reflexiones sobre el valor del patrimonio arquitectónico arequipeño en nuestra existencia y sobre su resguardo.

“Entendamos lo que hemos sido en la historia y

entendamos lo que podemos ser en la historia”.

Ramón Gutiérrez

“¿Por qué son importantes los lugares antiguos? Lo son porque estructuran y

modifican de manera crucial nuestra experiencia del mundo y, finalmente, a

nosotros mismos. Además de enriquecer nuestro mundo sensorial y empírico,

nos arraigan en el curso del tiempo y nos ofrecen una sensación de seguridad

y de amparo”.

Juhani Pallasmaa

Lo planteado por el Arq. Ramón Gutiérrez y el Arq. Juhani Pallasmaa: reconocer la importancia del patrimonio en nuestra experiencia del mundo y entender tanto lo que hemos sido en la historia como lo que podemos ser en la historia han sido el punto de partida para generar un cuestionamiento constante por lo esencial de la arquitectura patrimonial arequipeña, por aquello que hace de ella una obra construida, una obra arquitectónica trascendente, significativa y emotiva.

La búsqueda por lo esencial de dicha arquitectura nos permite identificar una calidad y cualidad propia expresada en su modo espacial, un modo que puede traducirse en un lenguaje vivo y compartido capaz de conmovernos, un lenguaje que despierta emociones y sensaciones, que evoca la memoria y libera la imaginación, un lenguaje propio que estimula experiencias extraordinarias, experiencias significativas que rigen y estructuran la historia y la existencia humana.

 
 

Lo propio del lenguaje de la arquitectura patrimonial arequipeña puede verse expresado en su complejidad espacial ligada a una correspondencia mutua entre “el todo y las partes”, idea que hace posible concebirla como un conjunto vivo que surge como una respuesta al entorno que la acoge, a las necesidades, a las costumbres y a lo que allí acontece. Una respuesta eficiente y notable a los sismos, al medio y a las necesidades serán el germen inicial para la consolidación de una arquitectura compleja con cualidades y particularidades que, por su idiosincrasia, instauran una arquitectura pertinente y coherente con una realidad concreta.

Las particularidades que componen y determinan su corporeización pueden verse representadas en la masividad de sus componentes estructurales que forjan una morfología singular; en su materialidad; en su sistema ornamental encarnado en un programa iconográfico particular; en su distribución y composición espacial. Entre los componentes arquitectónicos mencionados anteriormente se pueden reconocer algunos elementos representativos de la arquitectura colonial arequipeña que están presentes no solo en un dimensión objetiva-tangible de la realidad, sino también en una dimensión subjetiva de la misma, en el imaginario y la memoria colectiva: muros gruesos y robustos como testigos de una arquitectura estereotómica; patios que organizan y articulan el conjunto espacial; zaguanes y chiflones que comunican espacios abiertos; claustros y galerías presentes en la arquitectura religiosa así como en el comedor de verano presente en la arquitectura civil doméstica como umbrales, como espacios intermedios que generan una transición espacial entre espacios abiertos y cerrados; columnas, arcos, bóvedas, contrafuertes como elementos estructurales y compositivos del conjunto arquitectónico, vanos como cuadros vivos configurados en puertas y ventanas proporcionadas; cornisas, portadas, anagramas como parte de un sistema ornamental que singulariza una arquitectura auténtica; elementos que en su puesta en obra y en su interrelación enriquecen la experiencia en el espacio.

De esta manera, la arquitectura patrimonial arequipeña puede concebirse como una arquitectura basada en la verdad, como mencionaba el Arq. Héctor Velarde, al conjugar y congregar elementos que responden tanto a factores geográficos y climatológicos como a factores constructivos y espaciales. Así mismo, se puede precisar que la arquitectura patrimonial arequipeña posee espacios con cualidades no solo materiales y tangibles, sino también sensibles y sensitivas ligadas al sentir que pueden verse manifiestas en la experiencia misma con la obra arquitectónica.

 
 

Parte de la búsqueda de lo esencial del patrimonio arquitectónico arequipeño no solo implica entender y reconocer lo propio de dicha arquitectura, implica también hacer evidente dichas cualidades sensibles y sensitivas que nos aproximan a su condición significativa-evocativa. Para ello, se precisa de una fenomenología que nos sitúa en la experiencia misma en el espacio, permitiéndonos captar y visibilizar las cualidades, procesos y relaciones formadas a través de lo experimentado que incluye la dimensión subjetiva y objetiva de la realidad. Dicho esto, lo esencial de la arquitectura patrimonial arequipeña puede verse plasmado y ser captado en expresiones creativas y artísticas de notables artistas locales, como en narrativas orales, escritas y visuales de la sociedad que condensan y reflejan experiencias y vivencias afectivas-emotivas con el patrimonio.

 
 

De este modo, reconocer y entender las cualidades cuantitativas y cualitativas del patrimonio arquitectónico arequipeño, así como su valor en la formación de nuestro sentido histórico, de identidad y pertenencia, hace posible visibilizar su carácter trascendente-significativo-emotivo como una obra atemporal que debemos proteger y preservar al poseer una carga afectiva, cultural e histórica, al permanecer e incidir en el imaginario y en la memoria colectiva; en la existencia humana. En ese sentido, dicho carácter me lleva, nuevamente, a cuestionarme por el cómo de su cuidado, su preservación y su transmisión, pero también me lleva a reflexionar sobre su posible pérdida -parcial o total- ya que como mencionaba previamente, una obra arquitectónica desde su origen se ve enfrentada al devenir histórico y con ello a su continuidad o discontinuidad, a su permanencia o al olvido.

Si bien mi interés se encuentra puesto en el patrimonio arquitectónico arequipeño, se pueden reconocer obras arquitectónicas patrimoniales que merecen una atención especial, entre ellas mi atención va dirigida a aquellas obras que se encuentran en la delgada línea entre su permanencia o su olvido; obras arquitectónicas cargadas de significado albergadas en los pueblos tradicionales de Arequipa que poseen una estratificación histórica importante y que, en su deseo de permanecer y prevalecer frente a las contingencias del paso del tiempo, se encuentran a la espera de ser re-descubiertas, re-valoradas; obras arquitectónicas patrimoniales que albergan recuerdos y vivencias, que atestiguan y narran acontecimientos significativos, obras en las que se han depositado memorias, sueños y deseos.

 
 

Pensar en la presencia y permanencia de un elemento, es también, pensar en su ausencia, en su discontinuidad, en su olvido o en el peor de los casos, en su desaparición. Frente a ello, cuestionarse por la discontinuidad del patrimonio arquitectónico arequipeño, es cuestionarse sobre el peligro latente de desaparición al que pueden verse expuestas ciertas obras patrimoniales, especialmente aquellas que se encuentran en deterioro, en estado de abandono.

Pero, la delgada línea entre la permanencia y el olvido y la percepción de peligro que se genera por sentar una posible pérdida de nuestro patrimonio es, a su vez, una posibilidad para su cuidado y su preservación, como el punto de inflexión para re-conocer, re-descubrir, re-valorar y como un proceso explorativo-investigativo que sumado al camino para su salvaguarda -puesto ya en marcha- pueden complementar, ampliar y determinar de manera creativa nuevas formas de relacionarnos con el patrimonio.

 
 

Bajo esta premisa, se puede instaurar un camino como alternativa para visibilizar, sensibilizar, entender y proponer, para proteger y recuperar la arquitectura patrimonial arequipeña desde una perspectiva sensible y sensitiva; acciones que requieren de una participación activa y atenta, una actitud consciente comprometida con nuestro legado, con la vida y con las personas, ya que el patrimonio arquitectónico arequipeño además de ser un elemento vivo y dinámico de desarrollo, de identidad y pertenencia, es el artífice de experiencias significativas y expresiones creativas, y, puede ser, la fuente inicial para distintas exploraciones creativas y desarrollo no solo a una escala cultural, sino también social; un desarrollo a escala humana.

 
 

Con base en ello, encuentro en la capacidad sensible, significativa y emotiva de la obra arquitectónica patrimonial arequipeña la oportunidad para aproximarnos al patrimonio desde una perspectiva más amplia que conlleva una mirada holística, atenta, alerta, profunda y consciente: una perspectiva multisensorial que hace posible una revaloración del patrimonio arquitectónico arequipeño para entender y visibilizar sus valores y cualidades sensibles y sensitivas, tangibles e intangibles, cualitativas y cuantitativas desde el sentir -desde la experiencia misma en el espacio- ya que el sentir nos aproxima a una realidad concreta que trasciende la lógica exclusivamente, pues además de ser seres racionales, somos seres relacionales: seres sintientes que establecemos vínculos con nuestro entorno, donde no solo se funda una dependencia física, funcional, sino también un vínculo afectivo-emocional.

De esta manera, una reflexión y cuestionamiento constante por lo heredado, lo recibido, lo que permanece; por lo que va a ser transmitido, y también por lo que puede desaparecer nos lleva a subrayar que: si se puede reconocer obras patrimoniales que nos conmueven, que resuenan y despiertan nuestras vivencias y recuerdos más íntimos-profundos-significativos, que fortalecen y estructuran nuestro sentido histórico, cultural y existencial, se debe precisar y resaltar que hay obras por re-valorar, por cuidar, preservar, re-descubrir, visibilizar, re-vitalizar. Dicho esto, cabría preguntarse ¿conocemos nuestro patrimonio? ¿nos interesa? Y si sí, ¿qué estamos dejando de patrimonio?

 
 
 

“El verdadero preservar es algo positivo y tiene lugar cuando de antemano dejamos a algo en su esencia; cuando refugiamos algo propiamente en su esencia; cuando ‒conforme a la palabra freien‒ lo ponemos a buen recaudo. Habitar, haber sido llevado a la paz, quiere decir: permanecer a buen recaudo en lo libre [frye], es decir, en la esfera libre que resguarda cada cosa en su esencia. El rasgo fundamental del habitar es este preservar y tener cuidado”.

Martín Heidegger

 

Deyanira Toledo / Arquitecta

 

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