¿Cómo acercarse a la problemática ambiental desde nuestra profesión?

 

Para empezar, es necesario contextualizar la crisis climática. En los tiempos que corren, el calentamiento global y sus consecuencias es tema cotidiano en todos los conversatorios organizados y coloquiales.

Desde la Revolución Industrial hasta hoy, la humanidad, en permanente crecimiento demográfico y de su estándar de vida, al menos en la mayoría de las culturas, ha sufrido diferentes cambios en lo que respecta a la forma de construir en todas sus escalas, alimentarse, transportarse y habitar los espacios. Esto llevó también a un cambio en el modo de consumir diferentes recursos. Las energías convencionales (carbón mineral, gas natural, petróleo y sus derivados) son utilizadas para generar electricidad y transportar agua, alimentos y los diferentes bienes de consumo necesarios para la vida moderna como la conocemos. Estos combustibles, de origen fósil, generan en su combustión gases de efecto invernadero (GEI). Estos gases, liberados a la atmósfera, rompen el equilibrio de la Tierra y generan el cambio climático. Esto nos ubica en lo que la ciencia llama antropoceno, una era en la cual la actividad humana produce cambios específicos en el medioambiente.

Estos cambios originan una escalada de problemáticas en los ecosistemas, llevándolos al límite, fenómeno identificado por científicos como puntos de “no retorno”, es decir, que ya no es posible revertir el daño causado. En otras palabras, el cambio climático representa un riesgo en la supervivencia de nuestra especie y de las demás especies que habitan el planeta.

Es importante mencionar el cuidado del agua, que para su consumo genera un gran gasto de energía debido a su tratamiento y transporte. Solo el 0.007% del agua mundial es potable, cantidad que decrece por la contaminación y, además, no está distribuida equitativamente en relación con su demanda a lo largo del planeta.

El agua en formato de lluvias abundantes, a raíz del cambio climático y la no conservación de humedales, reservorios de agua y cauces naturales del agua por acción del hombre, produce crecidas e inundaciones. Paradójicamente, también produce grandes períodos de sequías en diversas regiones, dificultando la producción de alimentos.

A su vez cabe indicar también que las técnicas agrícolas ganaderas modernas generan un gran impacto ambiental, contaminación y gasto energético por la necesidad de utilizar grandes maquinarias para su producción y transporte, así como también demandan un gran consumo de agua potable.

Pero, ¿cuál es el impacto real de lo que creamos?

La mayoría de la energía utilizada en viviendas se destina al acondicionamiento térmico (50%) y la iluminación artificial (25%). Las viviendas representan el 21% del consumo energético mundial, energía que en su gran mayoría es de origen fósil (80%).

Fuente: Objetivos de Desarrollo Sostenible-ONU

Como profesionales, es necesario involucrarse en el desarrollo sostenible (definido por la ONU, en 1987) que reduzca la exposición al riesgo, la vulnerabilidad social e impacto de los sistemas energéticos. Por el contrario, actualmente prima el paradigma de la “imagen internacional de progreso” impuesta por la arquitectura contemporánea, construcciones de edificios con envolventes indiferenciadas y desvinculadas del clima. En la actualidad, los materiales más utilizados en la construcción a nivel mundial son el hormigón, el vidrio, el plástico y el acero. Estos tienen una elevada energía incorporada, es decir, su uso indiscriminado genera un gran consumo energético al ser producidos, transportados, utilizados en las obras y también para ser demolidos, pero no solo eso, también producen efectos contrarios a los necesarios para una región y clima específico, usualmente no analizados. Estos efectos indeseados -aparte de generar disconfort en sus usuarios, muchas veces difíciles de contrarrestar- generan la necesidad de utilizar complejas y costosas instalaciones de climatización (calefacción y refrigeración), ventilación e iluminación artificial. Se crean espacios que lejos de potenciar los recursos del clima, los empeoran, con un elevado costo para su construcción y durante su vida útil para su funcionamiento y mantenimiento.

Lamentablemente, estos vicios de la profesión se aprenden en las universidades, atraídos por la arquitectura de revista. Estas prácticas también se ven condicionadas por las normativas locales que dan lineamientos para la forma de construir arquitectura y ciudad, igualmente desvinculadas de las problemáticas ambientales, excluyendo la regulación de sistemas constructivos y materiales más amables con el medioambiente, muchas veces probados ancestralmente por comunidades de pueblos originarios que intuitivamente construían y construyen con los materiales disponibles en el sitio del emplazamiento.

Entonces, ¿cómo podemos revertirlo?

Resulta necesario que cada país se alinee a los Acuerdos de Kioto (1997) y París (2015), con planes hacia la descarbonización, firmado por los países que más generan y generaron las mayores emisiones de CO2 a nivel mundial. Pero los poderes y sistemas de los países superdesarrollados tienen cierta inercia al cambio en cuanto a la forma en que producen sus bienes y servicios. Frente a esto, Argentina, al igual que muchos países del llamado “tercer mundo”, tiene un gran potencial frente al desarrollo sostenible, ya que esa inercia sería mucho menor.

Concretamente, estos cambios deberían darse sustituyendo las energías convencionales por energías limpias y renovables, invirtiendo en sistemas de generación y consumo más eficientes o de menor impacto, cuidando los procesos naturales que ayudan a absorber los GEI, promoviendo leyes y normativas que impulsen y regulen el desarrollo sostenible.

Es necesario repensar la forma en que hacemos ciudad, frente a la forma en que generamos nuestros alimentos, incentivando la creación de huertas urbanas para reducir el impacto de los alimentos que consumimos. Así como también promover más espacios verdes en las ciudades, renovando su habitabilidad, y una mayor conservación de reservas ecológicas y de parques nacionales, mejorando la calidad del aire.

Es importante rever el diseño de los edificios, haciéndolos más eficientes energéticamente hablando. En la actualidad se aplica en algunos países del mundo, y en otros como Argentina se encuentran en proceso de estudio, leyes de etiquetado energético de viviendas que -al igual que a los electrodomésticos- les da una calificación según su grado de eficiencia energética. Estas iniciativas sirven asimismo para difundir y concientizar a los propietarios e inquilinos que no están familiarizados con estos temas.

Otro aspecto que debería impulsarse más aún es el uso de paneles fotovoltaicos, calentadores solares y otras múltiples fuentes de energía alternativa. Estos sistemas pueden ser utilizados a nivel urbano, pero también descentralizados en cada unidad de vivienda, lo que generaría un alivio en la gran infraestructura de generación y transporte de la energía eléctrica en las ciudades.

Eco boletín , Orlando Costa

Como profesionales, aún más los que nos dedicamos también a la docencia, sabemos que la actual oferta académica de muchas universidades no está a la altura del contexto que atravesamos, son escasas las asignaturas de grado, muchas veces no obligatorias, que tomen, reflexionen y trabajen estas temáticas. Más allá de esto, es posible encontrar algunos cursos, posgrados y maestrías que aborden y profundicen sobre estas problemáticas cada vez más importantes, pero aún más relevante es trabajar en la adecuación y contextualización de los planes de estudios a la problemática vigente.

El abordaje de estos temas nos enseñará, mediante el diseño bioclimático, a aprovechar las ventajas y mitigar las desventajas de la región analizando las variables climáticas, contemplando las condiciones de confort del usuario. Es posible realizar verificaciones de incidencia de sol para estudiar la utilización de aleros, parasoles y demás protecciones solares o la aplicación de sistemas para ganancia solar pasiva. También puede analizarse el viento y proyectar las protecciones del mismo o las ventilaciones naturales con un adecuado flujo de aire en el interior de las construcciones. Estos estudios son fundamentales para definir las apropiadas estrategias de diseño y sus comprobaciones a diferentes escalas de acercamiento.

Grupo Estia / Infografía Nelva Nazareth Valdespino

En todo proyecto es fundamental considerar el correcto seguimiento de obra con los mismos lineamientos en que el proyecto fue concebido. No obstante, hay que tener en cuenta a la hora de ejecutar una obra la racionalización de todos los recursos, materiales y energía utilizados. Se pueden emplear los fundamentos de la economía circular aplicados a la obra.

Si pensamos en la obra, todos nos imaginamos un lugar sucio y húmedo. La seguridad e higiene toma cierta importancia, sobre todo si pensamos en la construcción como un sitio habitado por trabajadores que se convierte para algunos en “la oficina”. Es fundamental la limpieza, reducción, manejo, separación y disposición final de los residuos de obra, control de polución y efluentes, arrastre de sedimentos, ruidos, cuidado del agua y el aire, como también de los espacios verdes existentes.

Ahora, ¿cómo pasamos a la acción?

Hay muchas maneras de generar mejoras que den solución a la problemática ambiental, para hacerlo, hay que tomar una posición activa. Es cierto que nuestras acciones individuales no generan el impacto suficiente para cambiar el rumbo, ni para bien ni para mal, sin embargo, si compartimos nuestras ideas y logramos un efecto multiplicador, es posible aportar lo necesario para generar el cambio.

Más allá del eslogan publicitario, ningún proyecto es 100% ecológico, sustentable o bioclimático, cada material puesto en obra genera un impacto en su entorno, cada uno de nosotros en sumatoria genera un impacto en el mundo. En nuestro ejercicio profesional, tomamos decisiones constantemente, las oportunidades están frente a nosotros. La elección de cómo emplazar, orientar y distribuir una vivienda o edificio sea cual sea su uso, los materiales utilizados y los recursos proyectuales que utilizamos para definir la envolvente de la construcción, son importantes para definir si esta es o no amable con el medioambiente y eficiente energéticamente. Incluso, a la hora de tomar cualquier decisión por más pequeña que parezca, por ejemplo, al agregar una ventana a un ambiente estamos definiendo, en su orientación, tamaño, posición y materialidad, el correcto funcionamiento de esa abertura en consonancia con la utilidad energética que debería cumplir.

Como profesionales, nos debemos al oficio de construir bajo “las reglas del buen arte”. Vitruvio definía la arquitectura como el equilibrio entre utilidad, firmeza y belleza; los arquitectos modernos, en el contexto de guerras, incorporaron la variable económica. Hoy, es indispensable que perfeccionemos la arquitectura hacia una más sostenible, con la ciencia y tecnología a nuestro favor. Es importante militar con ideas que empujen hacia una transición para arreglar el mundo que rompimos, desde el lugar que cada uno ocupe. Es posible y es urgente.

Evolución hacia una arquitectura circular / Infografía Nelva Nazareth Valdespino


Juan Pablo Sánchez Vietto  / Arquitecto y docente universitario

 

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