LAS JOYAS JESUÍTICAS DE LA CHIQUITANÍA

 

La Chiquitanía, una extensa llanura de América del Sur en el este de Bolivia, ubicada en la zona de transición entre el Gran Chaco y la Amazonía, fue testigo de un hecho importante en la historia colonial de Bolivia: la fundación de núcleos de población en los que -con el fin de evangelizarlos- se agrupó a indígenas nativos; las llamadas reducciones fueron establecidas en la gran llanura chiquitana entre 1691 y 1755 por la orden de La Compañía de Jesús (jesuitas), las cuales surgieron como prósperos núcleos urbanos que fusionaron la cultura europea con la local, surgiendo una arquitectura propia, destacando la riqueza y el arte de sus iglesias.

Entrada a la Chiquitanía

La llegada de los peninsulares a tierras chiquitanas estuvo alimentada por diversos mitos que sostenían los grupos indígenas sometidos por los conquistadores, se ansiaba encontrar ciudades llenas de oro y plata, una de esas leyendas fue la del Gran Paitití, que se creía estaba ubicada en la Amazonía, por tal motivo se organizaron expediciones para encontrar su ubicación.    

(…) Los centros que sirvieron como punto de partida para estas tentativas fueron Paraguay y Santa Cruz de la Sierra, por un lado, y el Perú y Charcas por otro. De las expediciones que partieron desde el Paraguay ninguna pudo confirmar la veracidad de aquellas fabulosas ideas, logrando solo magros resultados. Fracasó Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en 1543; luego, Hernando de Ribera; Nuflo de Chaves, ya en época de Irala en 1548, el propio Irala llevando de segundo a Chaves en 1553 y, por último, este en 1561, saliendo ahora desde Santa Cruz de la Sierra, fundada por el propio Chaves tres años antes. (Gutiérrez, 1996: 241).

La ocupación de aquellos territorios llegó desde el sur, oeste y norte, desde la ciudad de Asunción del Paraguay, La Plata y la villa de Santa Cruz de la Sierra, principalmente. La consolidación de estas poblaciones fue tarea de muchos años, en ellas se pudo recrear un poco de las utópicas ciudades que señalaban filósofos europeos del siglo XVII, por ejemplo, la ciudad de Christianópolis (1619) de Johan V. Andreae, urbes ficticias reunidas en comunidades religiosas seguidoras de Cristo.

Misiones jesuíticas

La integración de la etnia nativa chiquitana a la evangelización y constitución de las reducciones jesuitas fue una tarea que supuso un desafío para los europeos, el lograr una adaptación al ritmo de vida que se pretendía instaurar: “Sin embargo, esta adecuación no significó una gran ruptura cultural en la mentalidad indígena. Más bien ‘los nativos integraron con bastante facilidad el mensaje cristiano recibido’, según Tomichá, es un ejemplo destacado de ‘la fusión más o menos sólida de los antiguos valores chiquitanos con la fe cristiana’, la cual condujo a la formación de una cultura indígeno-cristiana” (Saito, 2015: 52).

Aquella adaptación cultural y religiosa que la etnia chiquitana experimentó fue, en general, bien asimilada, varias poblaciones alcanzaron significativos avances en cuanto a arquitectura, que obtuvo identidad propia al sincretizar elementos autóctonos, propios del lugar, con los modelos europeos; también la música tuvo un papel importante en la evangelización, el enseñar a los nativos a elaborar sus propios instrumentos musicales y componer música enriqueció la cultura de las reducciones de chiquitos.

Las misiones jesuíticas de chiquitos se establecieron hasta mediados del siglo XVIII, las más importantes son siete, pero existieron otras más, que en algunos casos desaparecieron, se asentaron en territorio perteneciente a la gobernación de Santa Cruz de la Sierra, bajo jurisdicción de la Real Audiencia de Charcas en el Virreinato del Perú.

En cuanto al estilo de las iglesias construidas en la Chiquitanía, el arquitecto Wilson Rodríguez (2010), señala el tipo de decoración existente: “Las iglesias de las misiones de chiquitos son de estilo barroco mestizo en la decoración y ornamentación. Según el decorado se podrían dividir en las iglesias construidas por Schmidt, sobrias de estricto control de las proporciones clásicas; por otro lado, las iglesias de San Miguel y la de San Ignacio, de barroco ostentoso; las sencillas con mínima ornamentación y entallado en la madera -como la de San José- y, por último, las que en cierta manera tuvieron mayor influencia mestiza como Santa Ana. (Rodríguez, 2010: 91)”. Entre ellas, y por orden cronológico, se comenzará con la de San Francisco Xavier, que fue la primera en establecerse en la región chiquitana.

San Francisco Xavier

La reducción de San Francisco Xavier significó un primer contacto que tuvo la orden de La Compañía de Jesús en su establecimiento en la Chiquitanía, la misión data de finales del siglo XVII, específicamente, el 31 de diciembre de 1691 fue fundada por el padre José de Arce, con la que comenzó el proceso misionero que fue en secuencia durante los siguientes años.

Esta misión fue fundada en 1691 y es la más antigua de las misiones fundadas por los jesuitas. El templo, de estilo barroco, fue construido entre 1749 y 1752, y restaurado entre 1987 y 1993; está adornado con columnas talladas y dibujos en madera en tonos amarillo y café. En 1730, se fundó la primera escuela de música de la región para los miembros de la comunidad, allí se fabrican arpas, violines y otros instrumentos. (Plan Misiones, 2010: 15).

Iglesia de San Francisco Xavier / Bamse

La reducción de San Xavier fue una de las misiones más prósperas; en ella, la actividad musical fue parte importante de su identidad, actualmente pueden verse instrumentos que datan del período jesuita, sus habitantes continúan con la fabricación de instrumentos musicales y artesanías de temática misional. También llama la atención la iglesia que se erigió a finales del siglo XVIII: “(…) edificada entre 1749 y 1752 por el padre Martin Schmid, fue restaurada entre 1987 y 1992 por el Rvdo. Hans Roth. Como caso único en las misiones, los pilares de madera que sostienen la nave están pintados. (Rodriguez, 2007: 14)”.

La fachada de la iglesia de San Xavier es considerada una de las más bellas de las misiones jesuíticas en la Chiquitanía, con su rica decoración barroca que, además, fue el escenario de muchos conciertos.

San Rafael

Segunda misión en establecerse en la región, su iglesia fue construida por el padre Martin Schmidt con ayuda de los nativos, en estilo barroco: “Fundada en 1696, esta población presenta un templo construido entre 1747 y 1749 y restaurado por un grupo de artesanos recientemente, que exhibe en su altar -Hojas de Oro- pórticos y columnas trabajadas en madera (Plan Misiones, 2010: 19)”. Llama la atención su techo, ya que es el único en las misiones realizado con cañas huecas y madera, característica de las construcciones de la zona andina de lo que fue la Real Audiencia de Charcas.   

 

Techo y columna de la iglesia de San Rafael / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

 
 
 

En el interior de la iglesia: “(…) Los demás retablos son de madera tallada, dorada y policromada, se utilizó imprimaciones y pigmentos (…) Sobre la entrada de luz al templo, en San Rafael y Santa Ana miran al sur, el sol cruza la cumbrera e ilumina el interior de diversas maneras (Rodríguez, 2010: 80, 92)”.

 

Fachada de la iglesia de San Rafael / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

 

El templo ha sido restaurado en diversas oportunidades, cobija valiosas piezas de la época misional jesuítica, muebles, pinturas, muebles de madera incrustados en sus paredes, un púlpito de rica decoración y la imagen de San Rafael traída de Europa que reposa en su altar mayor enchapado en mica rosa.

Torre de San Rafael / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

La torre de San Rafael se alza a un lado de la iglesia y es de estructura cuadrada, hecha en madera con columnas torneadas y campanas de diverso tamaño ubicadas en la parte superior de la estructura, era utilizada para llamar a los indígenas de la misión a la misa y a la vez para observar a la población y sus límites desde las alturas. 

San José de Chiquitos

La reducción de San José de Chiquitos se ubicó al sur de las demás misiones, “fundada en 1698, es la misión de mayor tamaño, y está ubicada en el sur de la Sierra de Chiquitos. En 1740 se levantó como uno de los únicos templos de piedra de toda la zona, constituyendo un gran ejemplo de la arquitectura hispánica. Fue construida por los nativos con la supervisión de los jesuitas. (Plan Misiones, 2010: 20)”.

Una característica importante es su templo, muy diferente a los vistos en las demás misiones, y que retomó el patrón de construcción de las misiones de Paraguay y del norte de Argentina, esto debido a la falta de árboles altos en el sector; y por contar con cal y laja en las proximidades se decidió su construcción en piedra.

Al respecto, Wilson Rodríguez señala que: “La fachada de San José, de piedra y ladrillo, sin atrio cubierto, aparenta más su origen vignolesco, divida en tres cuerpos por columnas que marcan las naves; el central más alto partido en dos por un entablamento. Las curvas a ambos lados del frontón terminan al igual que la nave central terminan en conos coronados por una bola. (Rodríguez, 2010: 86)”.

 

Fachada de la iglesia de Concepción / Geoffrey Groesbeck

 

Concepción

La fundación de la reducción de Concepción data de 1706 y 1708, ubicada en un entorno de bosques verdes y diversa vegetación, cercana a riachuelos y lagos, logró un importante desarrollo entre las misiones, pero lo que más llama la atención es su iglesia de madera, diseñada por el arquitecto suizo Martin Schmid, al igual que las otras de la región.

(…) Su templo fue construido entre los años 1752 y 1753 y restaurado entre los años 1978 y 1982. Cuenta con una nave de tres cuerpos, columnas de madera que soportan el techo, tres altares y pinturas confeccionadas por los lugareños. Otros elementos destacables del templo son su fachada principal y la torre de madera. (Plan Misiones, 2010: 14).

Fachada de la iglesia de Concepción / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

La construcción de la iglesia se caracteriza por el uso de maderas locales para el tallado de la iglesia, los retablos y púlpitos, cajonerías, altares y su llamativa torre que se encuentra cercana al templo, también el tallado de imágenes de santos hechas por los nativos y cuya producción continúa hasta nuestros días.

Torre de Concepción / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

Resulta visible la belleza de la iglesia en su conjunto, hecha de madera con paredes de adobe, revocadas con barro y cal. “La iglesia es una verdadera joya. Construida entre 1753 y 1756 por Martin Schmidt, debe su actual aspecto a la reconstrucción operada por Hans Roth a partir de 1975. Roth ha acentuado la riqueza decorativa del edificio mediante una mayor utilización de pintura de pan de oro y multiplicando los vivos colores, lo cual hace que hoy la iglesia parezca un magnífico cofre de joyas (Rodriguez, 2007: 16-17)”.

Actualmente, el templo de Concepción, al igual que el de San Xavier, es uno de los utilizados para la celebración de conciertos de música barroca que se realizan cada año en las misiones jesuíticas, su visita resulta una experiencia única que permite recrear el entorno de aquellas épocas de regencia jesuita en que se produjo una importante actividad musical evidenciada en copiosas partituras.  

San Miguel Arcángel

La misión fue fundada por los jesuitas Francisco Hervas y Felipe Suárez, con el nombre de San Miguel Arcángel, cuenta con un templo trabajado por mano de obra indígena local, la iglesia se construyó a mediados del siglo XVIII, con una tipología parecida a la que utilizaría Schmid en las otras misiones, en ella se puede observar una ampliación de las naves.

(…) 3 naves y 16 columnas que en este caso también tenían arcos de madera aparte de los de ladrillo del presbiterio. Las ventanas del templo tenían vidrios y en el interior había un altar mayor “de escultura, bien labrado” que había realizado el padre Schmid entre los años 1756 y 1766. La iglesia, a pesar de la decadencia del pueblo en el siglo XIX, siguió en pie y, quizás como ninguna otra, nos indica la tipología de los templos anteriores a las obras de Schmid (Rodríguez, 2010: 87-88).

Iglesia de San Miguel / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

De mucha imponencia es el retablo de su altar mayor, el cual está decorado con filigranas en madera e incrustaciones de mica, su techo es vistoso al estar hecho con vigas de madera que se cruzan formando tijeras:” (…) cuenta con un templo completamente restaurado que presenta como elementos destacados su altar de hojas doradas, su cielo raso y sus grabados. (Plan Misiones, 2010: 18)”.

Retablo de la iglesia de San Miguel / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

El interior del templo de San Miguel tiene sus particularidades, y se diferencia de otros ya que cuenta con una exótica decoración elaborada en estilo barroco mestizo: “En San Miguel las columnas también son salomónicas, se diferencian con las de Schmidt en la decoración al inicio del fuste y la longitud del estriado. En San Ignacio, por las fotos que nos quedan de testimonio, no eran salomónicas, sino de fuste liso, acanaladas ligeramente en la testa y el tambor; en la base del fuste decoraciones con temas vegetales (Rodríguez, 2010: 99)”.

Interior la iglesia de San Miguel / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

San Ignacio de Velasco

La reducción surgió tras la desaparición de la antigua San Ignacio de Zamucos que se estableció en 1724 y en 1745 dejó de existir, junto con sus sobrevivientes y durante el mando del padre Miguel Streicher, se funda San Ignacio de Loyola en 1748; actualmente cambió de nombre a San Ignacio de Velasco, se ubica al norte de la misión de San Miguel, está rodeada de lagunas y ríos en un entorno paradisíaco: “(…) esta población presenta calles anchas y de color rojizo. El templo original, destruido en 1974, fue reemplazado por uno nuevo que mantiene el altar y parte de la construcción primera, como el púlpito y los confesionarios. (Plan Misiones, 2010: 17)”.

Fachada de la iglesia de San Ignacio de Velasco / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

Es necesario señalar que: “el templo de San Ignacio se comenzó enseguida de su traslación en 1745, pero se terminó en 1761. Según cartas de Lardín, padre jesuita, era la más hermosa de las misiones. El retablo debió -al menos- iniciarlo Schmidt. (Rodriguez, 2010: 89)”.

La belleza del interior del templo, con sus columnas de estilo barroco y su retablo ricamente decorado con maderas nobles y dorado a la hoja, mantienen hasta la actualidad su esplendor debido a las restauraciones entre los años 1998 y 2001: “La iglesia de San Ignacio era la más grande de los pueblos, pues tenía 18 columnas de madera, es decir, un tramo más que las realizadas por Schmidt. Las columnas de madera labradas a lo salomónico (Rodríguez, 2010: 90)”.

Interior de la iglesia de San Ignacio de Velasco / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

Santa Ana de Velasco

Santa Ana de Velasco fue fundada en 1755 por el padre Julian Knogler, siendo la penúltima de los pueblos misionales de la Chiquitanía, sobre un territorio lleno de vegetación exuberante cercana de recursos fluviales y con un clima tropical amazónico, ayudó de mucho la existencia de diversos tipos de árboles para la construcción del templo y de las viviendas.

 (…) quien fundó Santa Ana describe la formación del asentamiento, iniciándose con la tala y quema del monte en una superficie grande, luego la limpieza del terreno y el trazado de la plaza cuadrangular de 100 m de lado; por último, la construcción en uno de sus lados del conjunto religioso y en los otros tres lados las viviendas indígenas. Las que rodeaban la plaza eran para los caciques (Rodriguez, 2010: 71-72).

En el interior de la iglesia se puede encontrar el único órgano misional, auténtico, construido alrededor del año 1730 por el padre Martin Schmid y que, actualmente, se encuentra en apta funcionalidad para el aprovechamiento de la población que cuenta con un coro y una orquesta que acompañan las celebraciones religiosas y realizan conciertos de música barroca misional.

Iglesia de Santa Ana de Velasco / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

Es la única localidad que todavía conserva una parte importante de la antigua estructura del pueblo misional. Existen hileras de casas indígenas, con paredes de tabique, techos de paja y corredores a los lados: “(…) es la misión que conserva de manera más auténtica los elementos tradicionales. Es la única de las misiones jesuíticas de la Chiquitanía que todavía posee una parte importante de la antigua estructura del pueblo misional. En todo lo demás fue sustituida -casi por completo- por la arquitectura y el urbanismo republicano de la sociedad mestiza (Plan Misiones, 2010: 17)”.

Interior de la iglesia de San Ignacio de Velasco / Juan Conrado Quinquiví Morón (Gentileza)

El templo fue completamente restaurado entre 1996 y 2000 bajo el liderazgo del arquitecto Hans Roth. Actualmente, el casco viejo: la plaza principal, las calles y las viviendas, también respetan y conservan el estilo y estructura originales, siendo una muestra de su pasado misional.

La obra jesuita en las misiones de la Chiquitanía logró un gran desarrollo a nivel cultural, musical y arquitectónico; sus construcciones en madera se replicaron por toda la región, además de las misiones, los jesuitas regentaban la enseñanza en colegios y universidades de América, repercutiendo sus ideas progresistas al ámbito político. Para mermar su influencia y el desarrollo de conocimientos que los jesuitas impartían en las universidades americanas, el rey decidió la expulsión de la Compañía de Jesús de todos sus territorios en el año 1767, fue un duro golpe para la orden que dejó un importante  legado cultural.

Si nos atenemos estrictamente a los números puede decirse que estos misioneros tuvieron un éxito total, pues al momento de la expulsión dejaban atrás 10 pueblos perfectamente organizados con otros tantos magníficos templos; estos pueblos albergaban un número considerable de conversos, con una economía saneada que les permitía vivir holgadamente e, incluso, poder contar con algunos excedentes. Sin embargo, como en toda obra humana, existen claroscuros. (Parejas, 2006: 121).

Conclusiones

Es necesario recordar que las misiones erigidas por los jesuitas en la Chiquitanía siguen vigentes,  gracias a la intervención de autoridades locales y nacionales mediante trabajos de refacción, su cultura se mantiene vigente con la preservación de sus costumbres, elaboración de artesanías en madera e instrumentos musicales con los cuales interpretan música barroca creada durante el período colonial bajo la regencia de los jesuitas, dando lugar a la celebración de festivales internacionales de música barroca que se realizan una vez al año en las iglesias chiquitanas.

Las misiones son una muestra viva y dinámica de la obra jesuítica en la Audiencia de Charcas del siglo XVII, a diferencia de las erigidas en Paraguay y Brasil de las que actualmente solo quedan ruinas. Es importante señalar que el 12 de diciembre de 1990, el Comité del Patrimonio Mundial (UNESCO) declaró a las Misiones Jesuíticas de San Javier, Concepción, San Miguel, San Rafael, Santa Ana y San José como Patrimonio de la Humanidad, esto significa que más allá de la arquitectura de los templos misionales también se engloba a toda la cultura chiquitana, vida cotidiana, usos y costumbres. Un comité de patrimonio se hace cargo de su preservación para el disfrute de cualquiera que esté presto a visitarlas, estudiarlas, admirarlas y cuidarlas.

 


José Miguel Piérola Marás / Historiador

 

Duabitad más que arquitectura y diseño


Las opiniones plasmadas en este artículo corresponden enteramente al autor del mismo, no representa la opinión de la empresa.