De São Paulo y el edificio Copan, imanes para los ojos de un arquitecto

 
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Hasta hace muy poco, y de no ser por la pandemia que nos afecta actualmente, el poder viajar y desplazarnos entre ciudades, países e, incluso, continentes era algo que estaba al alcance de muchos de nosotros y para algunos se llegó a convertir en una actividad frecuente. Quienes tienen un espíritu viajero, ávido de nuevas experiencias y hambriento por conocer culturas diferentes, coincidirán conmigo al tratar de describir esa sensación que recorre nuestro cuerpo en aquel momento que arribamos a un destino nuevo y desconocido. Una especie de corriente eléctrica energizante que exacerba los sentidos y te hace capaz de apreciar cada detalle que aparece en el camino apenas sales de tu punto de llegada.

Es exactamente esa sensación la que recuerdo que experimenté la primera vez que llegué a São Paulo, aquella ciudad que deseaba conocer desde hace tanto tiempo, esa metrópoli brasileña que al ser tan vasta, parece imposible terminar de recorrer y que resultó ser mucho más de lo que imaginaba y esperaba.

Es imposible dejar de notar desde el principio que São Paulo o Sampa, como le llaman de cariño los mismos paulistanos, es una ciudad llena de contrastes y con mucha desigualdad, pues al tratarse de la capital comercial y financiera de Brasil, es comprensible que haya mucha riqueza acumulada y a la vez sea el destino final de migraciones internas, millones de personas provenientes de zonas rurales o de otras ciudades, que llegan en búsqueda de oportunidades, como se da en cualquier otra región de América Latina, pero en São Paulo, los efectos de dicho fenómeno son abrumadores.

 

Cabe ahora poner en contexto algunas  características de la ciudad,  São Paulo es la ciudad más grande y poblada de Brasil, algunos se atreven a decir que lo es también de todo el hemisferio sur; con poco más de veinte millones de habitantes, en Latinoamérica está sólo por detrás de la Ciudad de México. Es sede para diferentes oficinas centrales de las más grandes empresas brasileñas así como también para un sinfín de empresas transnacionales, por esta y otras razones, es considerada la ciudad más rica de Brasil y de América Latina, de hecho, según un estudio reciente (Censo de multimillonarios de Wealth-X 2019), en São Paulo viven treinta y tres (33) multimillonarios. Todos estos datos nos llevan a pensar de manera casi natural que las condiciones económicas de esta megaciudad permiten el desarrollo de vanguardias en el diseño, la arquitectura, la moda y las artes en todas sus disciplinas.

Ahora, teniendo en mente tanto el plano arquitectónico como el urbanístico,  podemos notar que en la medida que nos vamos acercando a la ciudad desde las afueras, ya podemos ver atisbos del horizonte inconfundible de São Paulo, un perfil lleno de rascacielos que parecen interminables, a simple vista un cuadro muy monocromático, pero mientras nos vamos adentrando al tejido urbano paulista, nos iremos dando cuenta de lo polifacética que es la ciudad, lo diversos que son sus barrios y de la mezcla inconfundible de culturas que conviven en una aparente paz. Todo el conjunto te hace sentir que estás inmerso en un desastre, un maravilloso desastre en perpetua tensión superficial, sostenido en  un delicado equilibrio que parece siempre estar a punto de perderse, pero que, por algún motivo, se mantiene intacto.

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Sin embargo, al poner aún más atención en el entorno, en medio del caos que parece envolver la ciudad con su tráfico imparable, luces neón omnipresentes y el vaivén eterno de peatones, podrás encontrarte con pequeños oasis que te invitan a la contemplación,  quizás te topes con burbujas de silencio inesperadas en una metrópolis como Sampa, en forma de veredas o calles peatonales, parques y plazas tranquilas o, mejor aún, alguna obra maestra arquitectónica que te deje sin aliento. Si hay una edificación en São Paulo con el poder de provocar asombro es el edificio Copan, cuyo creador es nada más y nada menos que el maestro Oscar Niemeyer.

Mi primer encuentro con este edificio no fue producto de la casualidad, antes de llegar a la ciudad me tomé la tarea de investigar cuales obras de Niemeyer se ubican en la zona metropolitana de la misma y aunque de hecho en diferentes visitas he podido apreciar algunas de ellas, sentí que el edificio Copan debía ser la primera en mi lista.

 

Ubicado en el número 200 de la avenida Ipiranga del centro histórico de São Paulo, con su distintiva silueta en forma de ’S’, esta obra es todo un hito arquitectónico desde su proyección  y construcción hasta el presente. Es importante mencionar que a pesar de estar ubicado dentro del centro histórico, una de las zonas menos codiciadas para residir por ser considerada como zona peligrosa, el Copan no deja de ser uno de los edificios más amados por los paulistanos, al punto de ser llamado ‘el edificio más cool de Latinoamérica’ por sus habitantes. Su nombre viene del acrónimo para el promotor inicial, Companhia Pan-Americana de Hotéis e Turismo, portugués para Compañía Pan-Americana de hoteles y Turismo. El proyecto fue presentado inicialmente por Niemeyer en 1951 en conmemoración de los cuatrocientos (400) años de São Paulo y aunque por problemas financieros, que complicaron la construcción en los años iniciales, la obra quedó en manos del arquitecto Carlos Lemos, el diseño original de Niemeyer para la fachada, con sus característicos brise-soleil de sinuosas y orgánicas curvas, se mantuvo hasta el final.

Es justamente el conjunto de quiebrasoles de la fachada el elemento que le da su personalidad tan especial al Copan, pues al tener un ritmo tan riguroso, hace las veces de piel envolvente, dando al edificio un aspecto de masa uniforme donde el número de pisos queda como una gran interrogante.

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En cifras, ya es fácil sorprenderse con los datos arrojados por un análisis básico; es el edificio de hormigón armado más grande de todo Brasil, en algunas publicaciones se contempla como el edificio habitacional más grande de toda América Latina. Con alrededor de ciento quince (115) metros de altura en sus treinta y ocho (38) pisos, contiene unos mil ciento sesenta (1160) apartamentos que albergan a más de cuatro mil (4000) habitantes. El edificio se divide en seis (6) bloques servidos por veinte (20) elevadores y con un personal para mantenimiento y conserjería de cien (100) personas.  Además, en su base se encuentra una importante área comercial con no menos de setenta y dos (72) locales comerciales y hasta una iglesia evangélica que ocupa el espacio de un antiguo cinema, razones por las cuales el Copan posee inclusive su propio código postal.

A mediados de los años noventa, el edificio tuvo que ser intervenido por una administración más rigurosa, pues debido a la falta de mantenimiento y controles de acceso, se había convertido en un imán para delincuentes, vendedores de drogas y trabajadoras sexuales; todo esto a pesar de que fue proyectado para ser habitado por personas de diversos estratos económicos y sociales, ofreciendo desde espacios tipo aparta-studio, hasta apartamentos de tres recámaras. Dicha intervención resultó ser exitosa, pues, ahora, el Copan es visto como modelo de funcionalidad.

En la actualidad, la emblemática fachada está cubierta con un velo azul-negro que da el aspecto de obra en construcción, pero realmente se trata de una cortina protectora para evitar que las teselas o mosaiquillos, unos setenta (70) millones de piezas que recubren la fachada, les caigan a los peatones. Se puede llegar a la conclusión de que el Copan, más que un edificio, funciona casi como un organismo viviente cuyos habitantes conviven de manera casi simbiótica con la estructura; además, nos deja ver lo adelantado a su tiempo que estaba Niemeyer al ser capaz de comprender que diseñando edificios de uso mixto se optimiza el uso de recursos y se les brinda a los residentes una calidad de vida más elevada.

Me atrevo a recomendar con los ojos cerrados a todo profesional del diseño y la arquitectura, que de visitar la ciudad de São Paulo no pierda la oportunidad de visitar esta obra maestra de la arquitectura latinoamericana.


Abdiel G. / Escritor

Abdiel G. / Escritor

 

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